¿Qué es el Congreso?

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Congreso y ciudadanía

"...El Congreso Nacional no sólo es la institución básica de nuestro sistema democrático, sino el espectáculo más atrayente que nos es dado presenciar. Y el más completo, porque es a la vez academia, universidad, cátedra de controversias, seminario de investigaciones, tribunal de justicia y vehículo de información. Tiene por misión esclarecer la conciencia de los argentinos y hacer oír la voz del pueblo y de sus autoridades, al diapasón sensible de cada período. La historia de nuestro Congreso es la historia de la Nación, y en sus bancas- bancas de nadie, pero que nos pertenecen a todos- encontramos los altibajos de nuestro destino...". Ramón Columba. El Congreso que yo he visto. Ed. Columba 1948. Tomo I. 1906-1913.

El Congreso que yo viví

Corría el año 1986, cuando ingresé al H. Congreso de la Nación, para ocupar mi banca de diputada nacional, difícil es describir la emoción que me embargó al incorporarme al recinto donde aún escuchaba las voces de Sarmiento, Alfredo Palacios y tantos otros que dignificaron con sus ideales, conocimientos y compromiso con el pueblo, la difícil tarea de legislar. Tremenda responsabilidad la de representar al pueblo con honestidad e idoneidad.

Pronto, el contexto legislativo me sumió en la realidad pues, paralelamente, a los grandes debates, a la sanción de leyes muy importantes para afirmar el sistema democrático, coexistían la burocracia, la corrupción, el clientelismo político, fuertes grupos de poder que impunemente enriquecían sus arcas con los dineros del pueblo .

Ese mismo año me invitaron a trabajar en la Comisión de Modernización Parlamentaria, creada en febrero de 1986. El primer inconveniente que surgió fue el de constatar el injustificable número de empleados en la planta permanente de ambas cámaras; casi 8.000 en la de Diputados y más de 3.000 en la de Senadores.

Por supuesto que sus representantes gremiales se hicieron oír -abierta o veladamente- con amenazas ante la preocupación que les causaba nuestra tarea de reordenamiento y modernización parlamentaria.

Realizamos estudios comparados con parlamentos de otros países, investigamos la eficacia de sus gestiones, la necesidad de informatizar rápidamente el funcionamiento de la institución. En ese entonces funcionábamos con 26 comisiones en Diputados. Cada comisión contaba con presidente y secretario, que tenían asignaciones económicas adicionales y la posibilidad de nombrar un número determinado de asesores.

El Congreso desde mi mirada de ciudadana

Al seguir lo actuado por las sucesivas autoridades e integrantes de la Comisión , puedo observar que poco es lo que cambió. ( Ver www.H.Congreso de la Nación. Comisiones). Las comisiones que siguieron hasta la fecha se encargaron de viajar a Alemania, a México y otros lugares, asistiendo o realizando congresos con invitados especiales, presentando proyectos que algunas veces fueron tratados. Pero no ejecutados.

En este lento proceso destaco el convenio con el proyecto Ágora, para el uso de nuevas tecnologías en el año 2000, Convenio con Cippec y el II Congreso Internacional de Modernización y Gestión de Calidad del Poder Legislativo realizado en el presente año, un proyecto para que la Comisión se constituya en Comisión Bicameral y actúe conjuntamente con la Comisión Bicameral del Centenario.

Puedo inferir de esta situación un voluntarismo técnico que choca con el manejo político de las cámaras.

En uno de los proyectos presentados se fundamenta la necesidad de disminuir la planta permanente y que los empleados accedan por concurso a las mismas. ¿Se imaginan cómo reaccionarían todos los punteros políticos y/o los ñoquis que dominan la trama burocrática del Parlamento?

"En lo conceptual, se trata de propuestas para agilizar la tarea del Congreso, hacer más transparente el funcionamiento legislativo, reducir drásticamente la burocracia y cambiar hábitos o vicios de antaño. En definitiva, modificar ciertos comportamientos culturales de los parlamentarios que vienen de arrastre y que no se adaptaron a las exigencias de una sociedad en permanente cambio", dice Martín Dinatale. La Nación. 19 de junio de 2001.

Mi asombro e indignación no tienen límites al constatar que en la actualidad existen 45 comisiones permanentes y 22 comisiones especiales, en la misma cámara y 32 comisiones permanentes en el Senado, cada una con presidente, vicepresidentes 1º y 2º , dos o tres secretarios y un número de vocales que oscila entre 4 a 28 vocales, según la importancia que arbitrariamente se concede a cada comisión.

Esta situación genera una burocracia tremenda y dificulta la participación real de los legisladores en las comisiones. Eso sí, casi todos quieren ser presidentes, con cuotas especiales de poder aunque en la práctica los resultados son escasos.

Además, es necesario resaltar que parece que en la jerarquización de las comisiones existen comisiones de clase A, las más solicitadas para integrar, y las clase B (lamentablemente a esta clase pertenecen la Comisión de Educación y otras que tienen que ver con el conocimiento y la solidaridad).

"En el día de la fecha, se reúne la Comisión Ad hoc convocada para definir los presidentes de las 45 comisiones permanentes de la Cámara baja, generando una fuerte polémica por los espacios de poder" (diario Los Andes, 9 de diciembre de 2009). En lo sustancial, nada cambió. Es de esperar que la nueva composición de la Cámara se haga eco de los reclamos ciudadanos.

Abril de 2010, las expectativas de los ciudadanos se ven burladas nuevamente, con el espectáculo poco edificante de un Congreso prácticamente paralizado.

Bloques oficialistas fuertemente alineados en las políticas K, y legisladores cooptados por las necesidades económicas de sus respectivas provincias, no obedecen mandatos ciudadanos sino conveniencias económicas; por otra parte, la oposición, heterogénea sin quórum propio, depende, a veces, de la presencia en el Senado de un incalificable Menem, me hace acordar al mito de Prometeo encadenado.

Es necesario preguntarse, entonces, ¿cuál debe ser la actitud de los ciudadanos en este contexto político? ¿Indiferencia? ¿Clientelismo? ¿Ignorancia? ¿Pasividad mediática?

Conviene recordar con Rawls que la fuerza y la estabilidad de una democracia no dependen solamente de la justicia de sus instituciones, sino también de las cualidades y actitudes de sus ciudadanos, y con Habermas, que las instituciones de la libertad constitucional no son más valiosas que lo que la ciudadanía haga de ellas. (Rawls. 1993. Habermas. 1992).

Escrito por: Elía Ana Bianchi Zizzias. Educadora. Diputada nacional (mandato cumplido)
Fuente: Diario Los andes


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