Los pobres desde lejos


Hay quienes se dicen capaces de amar a los pobres, aunque cuanto más lejos de ellos, mejor.

Ciertos modos "piadosos" de entender la caridad, pasan por esa visión de "darle algo a esta gente para que sufra menos". Pero en muchos casos desde sectores que viven con alguna comodidad, en los segmentos medios o altos de la sociedad, se esconde la idea de que "los pobres, lo son porque son vagos". Se supone que los desocupados de sectores populares están así porque no buscan trabajo, porque tienen vicios, porque son alcóhólicos o drogadictos.

Estos prejuicios contra los más vulnerables en la sociedad, no han dejado de estar presentes en la Argentina actual. Forman parte de la fobia agropecuaria lanzada en su momento contra el actual gobierno y de las propuestas conservadoras de la Mesa de Enlace, ésa que hoy pide devaluación contra el bolsillo de todos los argentinos. Y la hemos escuchado de parte de aquellos que dicen que "para qué dar Asignación por Hijo a ésos, si se la gastan en diversiones".

Pareciera que sólo los ricos pueden gastar en diversiones, que ellas estarían vedadas a los de abajo. Pero además, la Asignación por Hijo ha aumentado la presencia en las escuelas de nivel medio en más del 20%, lo que significa jóvenes que están en las aulas y no en las calles. Que, por tanto, están en menos probabilidad de ligarse a la droga y las adicciones, y más de aprender productivamente para ellos y para la sociedad.

Además, los que dicen que no demos ningún plan de apoyo a los de abajo (es que "hay que darles trabajo", dicen, sabiendo de la enorme dificultad que ello implica tras la desindustrialización practicada por Menem y De la Rúa), son los mismos que se encargan de hacer escándalo en torno del tema de la inseguridad ciudadana. Claman que no hay políticas para prevenirla, y cuando las hay -como es el caso de la Asignación por Hijo- las combaten y buscan desprestigiarlas.
Con la Asignación más de un millón de personas han salido de la indigencia; y otro más de millón han salido de la pobreza. La indigencia disminuyó a la mitad de la que existía, llevándose a un 3%, que es el más bajo de Latinoamérica (excepto Cuba); la pobreza bajó en un 13% respecto de la que había, según datos de gobiernos provinciales opositores al gobierno nacional. Aumentó la venta de artículos escolares, de vestimenta y de alimentos, lo cual ha redundado en beneficios para el comercio, además de los que lleva a los 3.700.00 niños incluidos, pertenecientes a 1.900.000 familias argentinas.

Por todo eso, suenan incomprensibles las palabras del presidente de la UCR, el mendocino Ernesto Sanz, contra la Asignación por Hijo. Las hizo en un acto en plena zona sojera, y creyó quizá interpretar un sentimiento de sus ocasionales escuchas. Ha recibido, en cambio, el inequívoco repudio de una amplísima gama de sectores sociales y políticos, incluyendo algunos de su propio partido.

Es que apenas puede creerse que se diga que la Asignación sirve para aumentar la droga y el juego. Y que se pretenda que afirmar eso no es una forma de discriminar a los más pobres, señalando que éstos son sólo sujetos de vicios y costumbres ajenas a la moral o al trabajo.
Pareciera que en la actual Argentina, la polarización política lleva a que se diga cualquier cosa; hay quienes buscan oponerse a todo, en todo momento y de cualquier manera. Sólo así puede explicarse estas declaraciones que han sorprendido tanto. Más todavía, cuando vienen del jefe de un partido que pretende que -aunque no es fácil saber con qué recursos- el gobierno nacional debiera llevar la Asignación a más población y con más monto. ¿Qué convicción tienen quienes hacen ese pedido? ¿Cómo puede pedirse eso mientras se piensa que la Asignación fomenta el consumo de drogas?¿Cuál sería el propósito implícito en ese pedido que, frente a las declaraciones de Sanz, se vuelve absurdo?

Volvamos a la sensatez. La Argentina requiere políticos serios, requiere que no se ponga conflicto donde no lo hay, y que las diferencias se debatan y elaboren en el seno de las instituciones y del respeto mutuo. El país no se merece un Bicentenario amenazado por un súbito paro lanzado por un dirigente que "no hizo la plata trabajando", según sus propias declaraciones; ni merece altisonancias contra los más pobres, ni tensiones venidas desde quienes debieran tener -como dirigentes- la capacidad para aminorarlas. Mientras nos salvamos no por casualidad -y ojalá siga siendo así- de la crisis que golpea a los países europeos (y que deseamos sea lo menos dura posible), no busquemos complicar nuestro presente más allá de lo necesario. Bienvenidos el disenso, la diferencia y la crítica; pero sin duda son rechazables la diatriba (escrito violento, a veces injurioso), la agresión y el ataque permanentes.-

Escrito por: Roberto Follari
Fotografía: Quino
Fuente:
Jornadaonline.com

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