¿Adónde nos lleva el rock chabón?

Hay un lote disponible en el barrio del rock. Hace poco más de un año, Los Piojos y La Renga tocaron el mismo día en River y en el estadio Ciudad de La Plata: demostraron que el aumento de volumen de sus seguidores no ponía en riesgo su respectiva capacidad de convocatoria. El 30 de mayo de 2009 marcó el comienzo del anunciado “parate” de los primeros y la virtual retirada de los segundos de los escenarios, para darle forma al material de su próximo disco. También se produjo el estallido programado de Bersuit Vergarabat y su escisión en una serie de proyectos paralelos (Gustavo Cordera, Juan Subirá, De Bueyes, La Demanda).

Así centenares de miles de pibas y pibes se quedaron sin ritual. Un estado de cosas que se asemeja a lo ocurrido en el amanecer del nuevo milenio, cuando Los Redondos iniciaron su “año sabático” y Los Piojos y La Renga pegaron un salto en la liga del “rock de estadios”: de Atlanta pasaron a Huracán y, finalmente, a River. Ahora, ¿llegó el momento del recambio generacional? La etiqueta “rock barrial” o “chabón” sirvió para describir a un nuevo público, que hizo de los códigos de la esquina, la tribuna de fútbol y el aguante sus principales banderas. Pero también funcionó como un eufemismo incluso despectivo, para referirse a la creciente tribu de los “desangelados” (Indio Solari dixit ): las bandas del conurbano profundo que el bondi del menemato dejó a la intemperie. Nadie imaginaba que la fiesta de banderas y bengalas podía terminar en una tragedia como la de Callejeros en República Cromañón.

El caso de Pity Alvarez es curioso. Después de calentar la lengua stone con Viejas Locas, se dedicó a romper ciertos esquemas con Intoxicados. Sin embargo, el año pasado disolvió Intoxicados para volver con su antiguo grupo, en un movimiento de retroceso que fue celebrado por viejos y (muchos más) nuevos fans en un estadio de Vélez repleto. Con Intoxicados, emergió un pelotón de bandas dispuestas a reclamar el trono rolinga, encabezadas por Los Gardelitos, La 25, Jóvenes Pordioseros (e Hijos del Oeste, entre otros).

Las Pastillas del Abuelo y El Bordo, ambos exponentes de la clase media ilustrada de barrios como Caballito y Almagro, debutaron en el mismo lugar (La Colorada, a metros de la estación Primera Junta) y ya tuvieron su bautismo de fuego en Obras, llenaron el estadio cubierto de Argentinos Juniors y la cancha auxiliar de Ferro, también. Ahora van por más. Y no están solos en esta empresa: Las Pastillas cuentan con el apoyo de la productora Crack y El Bordo forma parte de la escudería multinacional Warner. La historia dirá cuál será su techo.

El Bordo: Los herederos 1 Mientras espera a sus compañeros en la sala de Almagro, el cantante Alejandro Kurz cuenta con orgullo que en el mismo lugar alguna vez ensayaron Los Redondos y La Renga, entre otros. El Bordo acaba de volver de una gira por la Patagonia. Hablan de pibes esperándolos en la calle con diez grados bajo cero para que les firmen un autógrafo. “Flasheaba con las banderas tipo ‘Río Grande’ o ‘Calafate’. Y les sacaba fotos”, cuenta el batero Miguel Soifer. “Parece que nuestro disco, Historias perdidas , tiene seis meses, pero recién salió en mayo. Cuando tocamos los temas nuevos se notaba que la gente los conocía: los cantaba como si fueran de discos anteriores. Antes eso tardaba un poco más en pasar”, apunta el vocalista. El crecimiento gradual que vienen experimentando también puede ilustrarse numéricamente: mientras que En la vereda de enfrente (2006) y Yacanto (2007) totalizaron unas 10 mil unidades vendidas cada uno, el reciente alcanzó la misma cifra a tan sólo dos meses de su lanzamiento.

El título del álbum alude a las heridas abiertas que dejó la última dictadura. Soifer resume la historia real en la que fue inspirada: “La madre de una amiga nuestra fue detenida con su pareja por los militares. Y a cada uno le dijeron que el otro había muerto. Ella se fue a Córdoba y él a Estados Unidos. Cada uno rehizo su vida. Y se reencontraron, de casualidad, hace cuatro años. Hoy están juntos”.

Las Historias perdidas , entonces, le dieron forma a una ópera rock criolla. “Cada canción es como una carta, en la que ellos se dicen lo que en su momento no pudieron porque estaban incomunicados”, explica Kurz, el autor. Aunque en su adolescencia los músicos iban a ver a bandas como La Renga, Los Piojos, Los Redondos y Divididos, en este caso las referencias apuntan para otro lado. La película Into the Wild , basada en hechos reales y con música de Eddie Vedder, por ejemplo. “A mí me gustan mucho los Who de Quadrophenia y Tommy . Y American Idiot de Green Day, también”, admite el cantante. “Está bueno sacar la voz de la banda, porque también sacás al oyente de su lugar. No es lo mismo que cantar: ‘Estoy parado acá, vivo en Almagro y esto es lo que creo del mundo’. Al contar una historia lo llevamos para otro lado, y eso puede ser más interesante”.

Al desmarcarse de la esquina y la inmediatez de la vida cotidiana, los encasillamientos pierden eficacia. Ya lo habían planteado en Tesoro (de En la vereda de enfrente ): “Y ese verso de si es rock barrial/ dedicáselo a otro”. “Lo que trataba de decir es que no quiero que nos etiqueten y nos dejen clavados en un lugar del que después no podamos salir”, reclama ahora Kurz. Por su parte, Soifer advierte: “Tanto Los Redondos como La Renga o Los Piojos son bandas de rock. Por ahí, el término tiene más que ver con cierto movimiento popular, con el público, que con otra cosa”.

La presentación “oficial” del disco quedará para más adelante. Todavía está fresco en su memoria el primer gran episodio de su carrera, allá por 2006. “Llegar a Obras fue como alcanzar un sueño”, dice Kurz. Después de tocar en la cancha auxiliar de Ferro y en el microestadio de Argentinos Juniors, ¿con qué sueñan? Responde el vocalista: “Sería muy lindo presentar alguna vez un disco en un estadio.” Las Pastillas del Abuelo: Los herederos 2 Aquellos pibes que egresaron del Mariano Acosta para debutar en 2002 en La Colorada seis años más tarde llenaban el microestadio de Argentinos Juniors en la presentación de su último disco, Crisis .

En el medio, claro, hubo otros pequeños grandes hitos. La balada con aires de chacarera El sensei , por ejemplo, que se convirtió en el agente de un inesperado efecto viral en Internet y sumó una cantidad exponencial de descargas cuando todavía no habían grabado su primer álbum. El concurso que los habilitó para tocar en Obras en el marco del festival de la gaseosa versión 2005, también. La creciente convocatoria en El Teatro de Colegiales y de Flores, que en este último caso marcó un record de siete fechas con entradas agotadas. O las 15 mil personas que los vieron en la cancha auxiliar de Ferro a fines del año pasado.

Los de Las Pastillas son músicos con destreza técnica que, lejos de buscar el lucimiento por la vía instrumental, ponen su talento al servicio de canciones que no se ajustan a las fórmulas. En su caso, parten del rock y en el camino se encuentran con el candombe, el reggae, el folclore o el jazz latino. Una identidad rioplatense de aguas abiertas, emparentada con los uruguayos de La Vela Puerca y No Te Va Gustar. “Si los escucha alguien de afuera, puede pensar que es world music ”, sostiene Eduardo Rocca, manager de Babasónicos y director de Crack, productora y sello que los fichó hace cuatro años. “Lo que nos interesó es que son artistas jóvenes, que están en la búsqueda”, dice.

La última convocatoria multitudinaria de Las Pastillas fue en marzo, para bailar el rock del rico Luna Park dos noches seguidas. Su primera vez en el templo del box había sido en 2008. Aquella noche, algunos fans habían ensayado un cantito: “Que abran las puertas del Monumental/ que ya nos queda chico el Luna Park”. ¿Una profecía? «

Escrito por: Juan Andrade
Fotografía:
El Bordo
Fuente: Clarín

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