Relaciones colombo-venezolanas, por la senda del entendimiento

Sin falsas expectativas y con temas espinosos en la palestra, Venezuela y Colombia avanzan por la senda del entendimiento de la mano de comisiones binacionales hasta hace poco inimaginables.

A un buen ritmo comienzan a tomar forma los acuerdos del encuentro en Santa Marta de los presidentes Hugo Chávez y Juan Manuel Santos, el 10 de agosto último.

Para los latinoamericanos amantes de la unidad y la paz las noticias no pueden ser mejores, porque las posibilidades de enfrentamientos diplomáticos o bélicos entre dos naciones hermanadas por la historia y la geografía parecen alejarse, al menos por el momento.

El último paso en firme lo dieron este viernes ambos países en Caracas, donde los cancilleres Nicolás Maduro y María Ángela Holguín instalaron las cinco comisiones concebidas en el lugar donde en 1830 cerró los ojos camino a la inmortalidad El Libertador Simón Bolívar.

Las mesas de trabajo activadas priorizan asuntos comerciales, fronterizos, sociales, de seguridad y de infraestructura.

Cuestiones como el pago de una deuda valorada en 200 millones de dólares a empresarios colombianos, la creación de empresas mixtas y el combate al contrabando en los dos mil 200 kilómetros de límites comunes destacan en la agenda.

Ministros y funcionarios abordaron además preocupaciones en salud, educación y empleo para comunidades fronterizas, particularmente golpeadas a raíz de la escalada en la retórica anti-venezolana del ex mandatario Álvaro Uribe.

También temas de infraestructura enriquecen el acercamiento, sobre todo en lo concerniente a las condiciones de las vías y puentes que los enlazan. Sin embargo, a todas luces nada resulta más prometedor que el trabajo coordinado en materia de seguridad.

Bastaría recordar el complejo escenario dominante en zonas limítrofes, donde el narcotráfico, el contrabando y el accionar de grupos armados constituyen un azote.

Caldo de cultivo para semejante situación llega del conflicto interno colombiano.

Al respecto, Caracas y Bogota con la guía de sus cancilleres y titulares de defensa, Carlos Mata (Venezuela) y Rodrigo Rivera (Colombia), fijaron un mecanismo de comunicación y coordinación permanente.

Las cuestiones tratadas por las comisiones recibirán un nuevo impulso en septiembre, cuando funcionarios de alto nivel de ambos países intercambien en la capital de la vecina nación sobre infraestructura y unos días después lo hagan aquí en torno a temas de seguridad.

Voluntad y señales alentadoras abundan desde la partes, y el triste escenario de confrontación promovido por Uribe y quienes lo estimulaban comienza a superarse.

Pero, y casi siempre hay un pero, en los vínculos bilaterales permanecen preocupaciones y amenazas.

Cabría preguntarse si el renacimiento del comercio será a partir de bases transparentes, o seguiría presa de la especulación que caracterizó a una parte del sector privado colombiano, postura varias veces denunciada por Venezuela.

Otra incógnita de un poco mayor complejidad tiene que ver con el propio Santos y su verdadera voluntad o no de arrancar el mal de fondo del diferendo, muy relacionado con el malestar que para la oligarquía vecina e internacional representa el rumbo socialista dado por Chávez a la revolución iniciada en 1999.

De hecho, algunos explican que el político rompiera la línea dura de Uribe solo por mandato de intereses económicos renuentes a seguir perdiendo los seis mil millones de dólares dejados por el comercio venezolano en 2008.

Por si no fuera mucho, está el peligro de las bases militares de Estados Unidos en Colombia.

Vistas aisladas constituyen una grave amenaza, ni que decir al ponerlas en contexto junto a las de Panamá y las Antillas Holandesas, el despliegue bélico en Costa Rica o la IV Flota.

Esas bases militares en Colombia son una verdadera amenaza, y solo un cínico, un ignorante o un ingenuo no lo vería así, advirtió Chávez, quien no obstante insistió en discutir el tema en privado.

Dudas y preocupaciones aparte, lo cierto es que resulta bienvenido el restablecimiento de relaciones bilaterales y los pasos para afianzarlas con respeto.

Más allá de tendencias políticas, los latinoamericanos y caribeños necesitan mantenerse juntos para poder navegar en las turbulentas aguas que representará en 2011 la consolidación de un bloque sin Estados Unidos.

Escrito por: Waldo Mendiluza
Fuente: Prensa Latina

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