Un sacrificio sin opciones

Una esperanza de vida de apenas 40 años, la pobreza y la resignación forman el triángulo que atrapa a los mineros del Cerro Rico de Potosí, cuya plata se repartió por el mundo pero benefició poco a los mismos potosinos.

La mayoría de los mineros del gigantesco yacimiento argentífero, que tiene 619 bocaminas, trabajan en condiciones extremas de inseguridad laboral y por poca paga desde hace varias generaciones, y sin que se hayan producido en su
s vidas cambios sustanciales.

Una visita a la mina San Miguel del Cerro Rico permite recoger testimonios al respecto, constatar el peligro diario a que se exponen los mineros, ver a adolescentes explotados y buscar una explicación al culto que los mineros tributan al diablo a cambio de protección.

Muchos coinciden con resignación en que la media de vida de los mineros es de 40 años debido a enfermedades como la silicosis causada por respirar el polvo de sílice o el asbesto, con cuyas fibras puede uno chocar al pasar agachado por los túneles.

Todos los mineros bolivianos creen que están fuera de peligro si gozan de la protección del diablo, al que consideran "amo, dueño y señor de las bocaminas, los minerales y la vida de los mineros".

En general, la mayoría de los obreros son peones, entre ellos muchos adolescentes, que ganan siete dólares diarios por empujar diez toneladas de tierra en vagones en el interior del Cerro.

El trabajo generalmente se desarrolla en espacios donde el aire está contaminado, llenos de charcos de agua tóxica y huecos de túneles sostenidos por antiguas vigas que no ceden milagrosamente.

Hay gente joven que entra allí a trabajar a sus 20 años y en cuatro o cinco años están apenas.

La inseguridad laboral se afronta con naturalidad por los mineros, los empresarios o los mismos potosinos que, pese a tener claro y repetir que la esperanza de vida de un minero es de 40 años, no han logrado promover cambios sustantivos sobre esa realidad.

"Nuestro pueblo no tiene mucha esperanza de superar estas situaciones. Es el peso de la tradición que nos hace vivir igual y nos hace (decir) así hemos sido y así seremos, es una resignación. Yo le llamo: la tiranía de la resignación", comentó a Efe, al respecto, el obispo de Potosí, Walter Pérez.

La autoridad religiosa también ha reclamado a los empresarios potosinos que hicieron fortuna en el Cerro Rico hacer inversiones en su ciudad y no en otras regiones de Bolivia con el propósito de crear alternativas laborales para los jóvenes potosinos.

"Lo lastimoso es que gente que logra patrimonios económicos considerables lo invierten fuera de Potosí, construyen edificios, hoteles y tienen equipos pero trabajan en otras partes", apunta.

Fuente: Mdzol

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