Para no convertir la Tierra en infierno

No es mucho lo que se necesita para desestabilizar el clima de la Tierra y convertir este edén, nuestro único lugar en el cosmos, en un infierno, expresó Carl Sagan, un reconocido astrónomo estadounidense. Los humanos no tenemos posibilidad de montar una gran arca espacial, guardar un animal de cada especie y huir hacia un lugar habitable allá afuera donde continuar con la orgía de consumismo y de intereses mezquinos. No existe otra Tierra.

El reto que problemas globales como la pérdida de la biodiversidad y el aumento del efecto invernadero plantean al hombre es otra odisea: el cambio de un estilo de vida, que se ha demostrado, es destructivo.

Cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, ¿una efeméride más a guardar en la memoria a corto plazo cuando se escucha el anuncio por la radio o la televisión?.

Los humanos formamos parte de la biodiversidad biológica. Una verdad tan absoluta como dos y dos son cuatro, que parecen ignorarla los países industrializados para continuar manteniendo un estilo de vida basado en el consumismo desmedido.

Que "la diversidad biológica es vida. La diversidad biológica es nuestra vida", es mucho más que un lema con el que las Naciones Unidas declaró el 2010 Año Internacional de la Biodiversidad Biológica.

La proporción de su pérdida con respecto al 2002 se ha incrementado mil veces, citó la master Teresa Borges de la Dirección de Medio Ambiente (DMA) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) de Cuba con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente.

Hasta ahora han sido descritas 1,9 millones de especies en el planeta, pero según la lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) realizada en el 2008 a partir de la evaluación de 40 mil 177 especies, se encuentran amenazadas de extinción 16 mil 119, un 40,1 por ciento de las existentes.

De vertebrados se hallan en riesgo 7 mil 725, anfibios un 32 por ciento, reptiles un 42 por ciento, aves un 30 por ciento y mamíferos un 33 por ciento, ha explicado Tomás Escobar Herrera, de la Agencia de Medio Ambiente de Cuba.

Estas cifras representan mucho más que números o la pérdida de "bichos" a los que muchos pueden tenerle aversión como a las ranas o a los lagartos.

Esa desaparición de especies significa la pérdida de equilibrio ecológico, pues si las ranas desaparecen- por ejemplo- cómo se controlaría la población de mosquitos que pueden ser transmisores de enfermedades severas para el hombre.

Vivimos en un solo planeta y la concatenación entre los fenómenos conduce a un círculo vicioso que solo la toma de conciencia de la necesidad urgente de cambio puede minimizar.

La tala de los bosques conduce a que las plantas absorban menos dióxido de carbono, ese gas que sin medida los países más desarrollados, principalmente, emiten a la atmósfera, provocando un sobrecalentamiento global.

La perdida de la masa vegetal pone en riesgo a especies de animales, que sin hábitat invaden los sembrados. Además la tierra queda árida y desprotegida frente a los desastres naturales como los ciclones o los tsunamis.

Sin ese muro de contención que son las plantas, como sucede con los humedales, el ser humano queda aún más expuesto a las catástrofes naturales.

El aumento de la temperatura global impacta de forma severa sobre la salud humana, la alimentación, el suministro de agua potable, en fin larga es la lista de efectos indeseados de las erradas decisiones del hombre.

El antídoto contra el veneno del egoísmo se encuentra escrito en las convenciones que la comunidad internacional ha firmado y en los planes nacionales dirigidos a proteger la naturaleza.

El hombre no es un ente aislado e inmune a los males que provoca, forma parte de la biodiversidad que es vida y es su propia vida.

Necesita tomar conciencia de ello para que no transforme en infierno lo que de edén queda en la Tierra.

Escrito por: Juliett Morales
Fuente: Prensa-latina


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